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Fuentes de placer, sinónimo de bienestar, las fuentes termales (Onsen) y los baños públicos (Sentô) hacen las delicias de los habitantes del archipiélago nipón. Un destino imprescindible para un momento único de relajación.
Los onsen son baños japoneses tradicionales que emergen de forma natural de las profundidades terrestres. Perdidos en la naturaleza, frente a la costa o en la ladera del monte Fuji, en la ciudad o en el campo, los manantiales brotan en todas las regiones de Japón.
Hay más de 27.000. En 2015, el Instituto de Investigación Nippon Onsen registró oficialmente 3.084 fuentes termales, visitadas por unos 132 millones de personas cada año.
Destino favorito de los turistas, antídoto contra el estrés, los onsen cristalizan los deseos de una felicidad epicúrea. Los baños públicos, sentô, son un lugar de relajación colectiva. Tomar un baño pone a los japoneses de buen humor.
En familia, en pareja o entre amigos, las mujeres por un lado, los hombres por otro desde la llegada de los americanos, se entregan a esta inmersión relajante y deliciosa sin freno y en toda la desnudez.
No experimentar los baños públicos en Japón es perderse un colectivo imprescindible.
Es importante saber que en Japón existen unas reglas específicas sobre cómo bañarse en un Onsen. Las aguas termales y los baños públicos no se utilizan para lavarse: para entrar en las aguas calientes transparentes o sulfurosas, hay que estar tan limpio como un centavo nuevo, porque las aguas de los kami (deidades sintoístas) no se pueden ensuciar. Por lo tanto, es imprescindible ducharse antes de entrar.
Japón, un archipiélago volcánico, reúne las condiciones geológicas para el desarrollo de las fuentes termales. El agua del onsen procede de manantiales volcánicos. Por ello, se calientan de forma natural y poseen, según su composición mineral o química, propiedades terapéuticas de las que se enorgullecen los establecimientos.
Ricas en azufre, sodio, ácido carbónico o hierro, las fuentes termales japonesas tienen fama de ayudar a curar muchas enfermedades. Incluso los animales los aprecian: ¡sólo hay que ver a los macacos Jigokudani tomando el sol en las aguas termales del parque para convencerse!
Durante el periodo Edo (1603-1868), se crearon baños termales alrededor del onsen, acogiendo y acomodando a los japoneses que deseaban recibir curas de larga duración allí. Estos onsen no tardaron en acoger a los turistas para estancias cortas de una o dos noches, como se sigue haciendo hoy en día.
El onsen se convirtió entonces en una práctica cultural anclada en la vida de los japoneses… y que hoy hace la felicidad de los viajeros extranjeros.
A Japón le ha costado desprenderse de la relación entre los tatuajes y la actividad ilegal. Este prejuicio es más claro en los baños públicos, donde los tatuajes siguen estando generalmente prohibidos, aunque no exista una prohibición oficial.
Muchos Onsen aceptan tatuajes pequeños y menos visibles, pero rechazan a los huéspedes con piezas más grandes. Por el momento, los que tienen tatuajes tienen que ingeniárselas para evitar la restricción. Algunos visitantes con tatuajes más pequeños se han librado cubriéndolos con vendas o incluso utilizando su pequeña toalla de onsen para ocultarlos.
A los que tienen tatuajes en la espalda les ha funcionado apoyarse en la pared mientras están en el agua.
Otra opción es bañarse sólo en los kashikiri-buro, o baños privados, que están disponibles en los onsen más grandes y en muchos ryokan.
